jueves, 7 de octubre de 2010

Excepciones

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No es que hiciera eso muy seguido, generalmente me importa demasiado el cómo me veo y el cómo me ven. Pero creo que esa vez nada importaba lo suficiente como para revisar la pantalla de mi celular y lucir ocupado para el resto.

Plan A: Acercarme.
Plan B: Retirarme.
Plan C: Mirarla y esperar a que ella se acercara.

El tercero era más mi estilo, siempre me ha enfermado la forma zorrona en que el común se acerca e invita la cerveza de protocolo. O quizás yo me perdí esa clase de protocolo. En fin, el punto es que la quedé mirando. Y no era que fuera especialmente atractiva, yo creo que debe haber tenido alguna desproporción en la cara porque siempre me han gustado las desproporciones.
Ella fingió conversar con su acompañante y se esforzó demasiado en no reparar en mi presencia, como si un cuello ortopédico le impidiera mover la cabeza hacia donde yo estaba.
Pero nunca fui bueno esperando, el tiempo es macabro me decía siempre, así que por primera vez recurrí al flagelante plan A.

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